lunes, 5 de noviembre de 2012

Oviedo. Sábado 15/09/2012


La claridad invade la pequeña estancia cuando compruebo la hora en mi reloj; son más de las 8 de la mañana. Después de ducharme organizo la mochila con pulcritud exquisita, es muy importante distribuir correctamente los pesos y volúmenes en la misma. Dejo en la recepción mi equipaje puesto que el plan de hoy es conocer más a fondo la ciudad; la encargada y dueña del hostal, Begoña, entabla conversación conmigo.

La charla es distendida y como no tengo prisa se prolonga por espacio de más de 45 minutos; debatimos la calidad de la enseñanza en el país y el hecho de que muchos padres deleguen la educación a impartir a sus hijos en los centros educativos sin querer hacerse responsables de la misma. La mujer muestra una preocupación manifiesta para inculcar a su hija unos valores rectos y éticos sin dejar que el propio sistema de enseñanza acabe por amansar y corromper su mente. Me alegra ver que todavía queda gente con capacidad analítica y crítica hacia la estructura que nos imponen.

El día es soleado y agradable, acompaña a pasear a esta hora tan temprana, en la que los jóvenes descansan de la resaca de la noche anterior y los mayores ocupan las calles. Oviedo es una ciudad limpia, moderna, con amplias zonas peatonales que invitan al paseo, un paseo que se ve jalonado por multitud de esculturas en cruces y plazas. Antes de desayunar quiero ver la catedral de San Salvador por lo que encamino mi marcha hacia ella.



La plaza aparece impolutamente limpia y no hay rastro del concierto de la noche anterior, únicamente se observa en un lateral de la misma el escenario montado para las fiestas. Localizo la placa enfrente de la catedral, esa que indica la dirección a tomar en función del Camino que se quiera recorrer, el Primitivo o el de la Costa.



Contemplo la estatua de Alfonso II “El Casto”, situada a la izquierda de la fachada principal del edificio; este monarca del reino astur, considerado posiblemente como el primer peregrino conocido, quien al enterarse de la noticia del hallazgo del cuerpo del Santo, tomó esta ruta hacia Santiago de Compostela para ser testigo del suceso. De aquí surge el nombre del Camino Primitivo, por ser considerado como el original. Cerca de la escultura un hombre de apariencia extranjera, parece tratar de descifrar un mapa entre sus manos.



Me acerco y después de preguntar al personaje me dice que sólo habla inglés, que está buscando el albergue municipal y que quiere llegar allí para enviar parte de su equipaje por mensajería a Santiago. Es temprano, no tengo nada mejor que hacer y decido acompañarle, de todos modos tenía pensado acercarme por el albergue (aunque no lo abren hasta las 5 de la tarde) para tenerlo localizado. Nos presentamos, se llama John y es de Mississippi (Estados Unidos). Es un hombre fornido, probablemente con los 60 ya cumplidos y con un pelo y barba cana que algún día hubo de ser de color dorado.

Pasamos al interior de la catedral y John me indica cómo acceder a la Cámara Santa, punto dónde puedo sellar mi credencial. Es el primer sello que estampo en ella y como no podía ser de otra manera corresponde a la catedral de Oviedo, punto de inicio de mi Camino. Cumplo con ese axioma que indica que “Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al siervo, pero no al Señor” Abandonamos la catedral y John se carga a sus espaldas una mochila enorme que parece ser muy pesada y además arrastra otro trolley, también voluminoso, que es el que pretende enviar a Santiago para poder caminar solamente con su mochila.

Renuncia a que le ayude a portar alguno de los bultos, no sé si por cortesía o por arrogancia. En descenso continuo por calles empedradas, camino del albergue me cuenta que su mujer e hija están haciendo turismo por Francia, mientras él pretende recorrer el Primitivo. Han estado juntos en Lourdes previamente y posteriormente se reencontrarán en Múnich para asistir al Oktoberfest.

No tengo esperanza de encontrar el albergue abierto a estas horas pero la suerte nos sonríe. El señor de la limpieza está dentro y nos dice que el hospitalero pasa algunos días alrededor de las once de la mañana. John me invita a desayunar en una cafetería cercana mientras hacemos tiempo. No habla ni una palabra en español así que tengo que hacer de traductor en todos los casos, me agrada ver que el hombre quiere tomar un desayuno típico español, con tostadas de pan rústico; al fin y al cabo, como él mismo dice (y cosa que comparto completamente), se viaja para conocer un país o un lugar en todas sus facetas, y aquí se incluye la gastronómica.

Después de desayunar volvemos al albergue, y el hospitalero no ha hecho aún acto de presencia por lo que pasamos al patio posterior de la propiedad y nos sentamos a departir en unas sillas de plástico. Me cuenta que en su día fue ingeniero y se alegra de saber que yo también lo soy, estuvo en el ejército americano y ahora ya está retirado. Su familia tiene ascendencia alemana y viaja a Europa ocasionalmente. Pregunto curioso sobre la vida en Mississippi, sus paisajes, sus construcciones… La charla se prolonga de manera agradable hasta que el ruido de la verja metálica de la entrada principal delata la llegada de alguien.

No es el hospitalero pero si un miembro de la Asociación de Amigos del Camino Astur-Leonés al que tardo un buen rato en explicar la historia que me ha llevado hasta allí con John. Finalmente comprende lo que pretendemos y tras un par de gestiones en la guía telefónica localizo una agencia de SEUR a la que nos acercamos en un recorrido por las calles de Oviedo en taxi para enviar por mensajero el equipaje de John.


En la oficina cumplo con los trámites necesarios para asegurarme de que la bolsa de viaje estará en Santiago de Compostela en la fecha que John me indica, me parece un servicio eficiente y económico, paga 30 euros por enviar un bulto de casi 20 kilos a 300 Km de distancia. A la salida de la oficina pido a la dependienta que nos tome una foto que ilustre la anécdota del día. Como estamos cerca de la Estación de Ferrocarril y sé que es la zona por la que el Primitivo sale de la ciudad propongo a John acompañarle un poco más allá y él me ofrece tomar una cerveza para aplacar un calor que aprieta de lo lindo.



Es casi la una y media de la tarde cuando me despido de John, que inicia su Camino Primitivo agradeciéndome la ayuda, me dice que he sido su "Santiago" particular, ayudándole a lo largo de toda la mañana. No me ha importado en absoluto, he practicado mi inglés, he ayudado a un peregrino a superar una serie de dificultades, y lo más importante, mi camino se ha cruzado con el de una persona de un lugar remoto al que jamás habría conocido de no habeme comportado con espíritu peregrino. Nos despedimos con un apretón de manos y la mirada sincera de John denota su gratitud hacia mí. ¡Buen Camino!. Inicio la vuelta hacia el centro de la ciudad mientras me entretengo en seguir en sentido contrario las conchas de bronce que jalonan las calles de Oviedo; mañana me guiarán para iniciar mi Primitivo.



Me acerco hasta la C/ Fruela-16 donde accedo al Restaurante La Bellota Asturiana para tomarme un tercio de cerveza acompañado de un montado de escalopín al cabrales. Desde aquí callejeo y llego a la Plaza del Ayuntamiento que es flanqueada en uno de sus laterales por la Iglesia de San Isidoro; la plaza aparece engalanada por las fiestas y en ella se ubica la oficina de turismo municipal. Quiero información del Primitivo y me remiten a la oficina de información turística regional, muy próxima. La encargada de la misma está a punto de salir a comer pero logro convencerla para que me de un mapa y una completa guía con información del Camino en Asturias.



Visito la coqueta y recogida Plaza de Trascorrales dónde se encuentra El Chigre del Raitán, en este lugar me tomo una cazuelita de exquisita fabada acompañada por una cerveza. Desde aquí la catedral está a tiro de piedra caminando y el recorrido al hostal ya me resulta conocido, aunque antes paro en una pastelería de la C/ Jovellanos, para degustar un típico dulce asturiano, el carbayón. Y después de descender por la C/ Gascona (El Bulevar de la Sidra), realizo un paso obligado por el supermercado para comprar un desayuno contundente para la mañana siguiente, en el Camino todas las calorías ingeridas son pocas.



Cargado con la mochila llego al Albergue Municipal de El Salvador pasadas las 4 y media de la tarde. A esa hora hay delante de mí unas 10-12 personas esperando a que llegue el hospitalero, ya que el albergue se abre a las 5. Mientras descanso sentado en el suelo, apoyado contra el muro de piedra que delimita la propiedad del albergue, llega una pareja que se posiciona detrás de mí en la caótica cola que se ha generado de manera espontánea.


Sebas y Natalia también van a hacer el Primitivo, pero sólo hasta Lugo por no disponer de más días. Son de Madrid y Sebas ha vivido muchos años en Las Rozas (localidad donde resido) así que no resulta complicado enrolarnos en una entretenida charla a medida que el hospitalero comienza los trámites burocráticos y asigna camas al personal. Actúa de manera mecánica y con gran estoicismo soporta las chanzas y risas de 4 chicas francesas que parecen carcajearse de todo lo que se mueve.

Después de rellenar un formulario y contestar a varias preguntas del hospitalero pago los 5 euros que cuesta pasar la noche en el albergue; acabo de inaugurar la vida de peregrino y de recibir la consagración de la pernocta en estos alojamientos. Sebas me da indicaciones y consejos sobre la litera, el saco, las pertenencias personales… consejos que sólo los ya experimentados en caminos anteriores pueden conocer.


Acompaño a Sebas y Natalia al supermercado que conozco para que también puedan hacer sus compras y después damos una vuelta por las zonas más significativas del centro de Oviedo (Catedral, Plaza Trascorrales, Ayuntamiento, Plaza de la Escandalera, Teatro Campoamor, Parroquia de San Juan el Real) y acabamos tomando unas “tostas” en Los 4 Gatos. Después conduzco a Sebas y Natalia al Restaurante El Tizón, para que el primero aconsejado por mí deguste la tortilla de este local.


Paradójicamente transcurrido un tiempo de conversación sobre diversos temas sale a la luz que Sebas conoce a mi hermano Alberto y a su grupo de amigos, por lo que mi relación con Sebas y Natalia se estrecha aún más. Pensaba que en el Camino conocería a gente, pero en ningún caso a alguien tan cercano al círculo en el que me muevo; son ese tipo de cosas que no te dejan de sorprender y que la vida depara.

Después de pasear por la C/ Gascona y hacer otro alto en la pastelería de la C/ Jovellanos para que Natalia sacie su sed de dulce (me uno a ella sin mucho pesar por mi parte) nos encaminamos al Albergue, hay toque de queda y las luces se apagan a las 22.30. No tengo mucha dificultad para conciliar el sueño a pesar del revuelo que se monta en la habitación y del continuo crujido de somieres y literas. Mañana comienzo a caminar.



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