lunes, 5 de noviembre de 2012

Etapa 03. Salas - Tineo. Martes 18/09/2012



Si al cansancio acumulado tras las dos primeras etapas le sumamos la tranquilidad de la habitación durante la noche no es de extrañar que el resultado haya sido dormir del tirón. Me levanto a eso de las 06.00, compruebo si la ropa que dejé en el radiador de la entrada está seca y salgo a la calle para certificar que hay un ligero orbayo en la atmósfera, apenas apreciable. Me vuelvo al agradable calor del saco hasta las 06.30 cuando comienza el movimiento en la habitación.

Mientras desayunamos en la cocina y terminamos de preparar la mochila son bastantes los peregrinos que abandonan el albergue precediendo nuestra salida, supongo que preferirán desayunar más adelante; en algún bar del recorrido o como nos comentaron Álex y Lydia en marcha, mientras caminan. Después de analizar una vez más el panorama meteorológico tomo la decisión de cubrir la mochila con su funda impermeable pero no me pongo ni chubasquero ni capa de agua; al fin y al cabo no se trata más que de una niebla húmeda sin gran entidad.

A las 07.55 Laura y yo dejamos el albergue y a través del solitario arco que une el Palacio de Salas-Valdés y la torre medieval y justo antes de salir del pueblo adelantamos el paso cansino y dolorido de José Luis, que arrastra uno de sus pies machacado por la ampolla. Sin apenas darnos cuenta nos encontramos en una subida ligera pero constante por un sendero boscoso que discurre entre robles y castaños, justo sobre el río Nonaya.



De manera progresiva comienzo a despegarme de Laura y camino en solitario; al cabo de un rato rebaso a dos chicas que parecen estar descansando, no reparo mucho en ellas pero creo que es la primera vez que las veo. A medida que continúa la ascensión y la luz va ganando terreno a la niebla la dureza del terreno se va incrementando. El sendero se convierte en un reguero de piedras sueltas y la inclinación de las últimas rampas es memorable obligándome a subir casi de puntillas para equilibrar el centro de gravedad de mi cuerpo y de la mochila.

El camino termina y comienza el asfalto así que hago un alto para esperar a Laura que me comenta al llegar a mi altura que ha estado saludando a dos chicas (Ira y Natasha) con las que coincidió en el albergue de Oviedo, son israelitas y cargan mochilas demasiado pesadas para hacer el Camino. El siguiente tramo discurre por la carretera N-634 y sobre ella y entre la niebla se vislumbra el paso elevado de la autovía. Tal vez porque es temprano no coincidimos con un solo coche durante los 15-20 minutos que marchamos por el arcén.


De nuevo el Camino pasa a transitar por sendero de tierra dejando atrás el pavimento y justo antes de llegar a la parte más alta se divisan varios peregrinos por delante que iniciaron la marcha de manera más temprana por la mañana. Al coronar el repecho se forma una especie de pelotón en el que caminamos juntos, pero no revueltos, por espacio de otros 15-20 minutos, atravesando Porciles y llegando a Bodenaya, lugar en el que ayer pernoctaron Sebas y Natalia. Es momento para hacer un alto en el Camino y estampar el sello del albergue que está a disposición de los peregrinos en el pequeño porche de entrada y a cubierto de la lluvia.









El Camino discurre casi plano hasta llegar a la siguiente aldea, La Espina. En este lugar parece que muchos han fijado su parada para el desayuno porque nos encontramos con varios grupos en busca de un café caliente. De momento la niebla sigue baja, no es muy densa pero no permite ver el paisaje en toda su amplitud, con lo que el horizonte aparece oculto ante la vista, pero casi lo prefiero antes que a la lluvia.

Después de una parada en el Café-Bar París y de haber dado fin de algunas casadiellas que aún viajaban en la mochila de Laura retomamos con energía renovada nuestro paso. Una vez abandonado el pueblo se circula por caminos de servicio agrícolas y se pasa por pequeña aldeas en las que el olor a ganado cobra protagonismo y la presencia permanente de hórreos denota la principal actividad que se desarrolla en los minúsculos núcleos poblados.

Entre La Pereda y el Pedregal el Camino asciende de manera suave pero incesante por sendas a veces muy estrechas encajonadas entre muros de piedra, y esto acontece cuando alcanzamos a un grupo de 4 personas que habíamos visto antes desayunando por lo que tenemos que caminar tras ellos durante algunos kilómetros.

 
 



Tras abandonar un tramo de carretera asfaltada se entra en una zona más atractiva visualmente y con sendas de mayor anchura por lo que nuestro paso más ligero acaba por dejar atrás el cansino avanzar del grupo que nos ha acompañado por un tiempo. La niebla sigue presente pero no es óbice para el disfrute del sentido de la vista ya que colinas y prados de color verde se alternan con bosques de robles y castaños. En este tramo vuelvo a tomar la delantera, con un paso más constante y sin las paradas que realiza Laura para tomar fotografías.






Prefiero caminar en soledad, sumergirme en mis pensamientos, aclarar mi mente en un entorno como el que estoy atravesando. La visión del horizonte aparece limitada por la niebla pero hay muchos objetos en el plano anterior, en el que se ve, un precioso bosque que rodea el camino, las vacas en su pastar placentero en los prados. Medito. En muchas ocasiones nos perdemos en analizar demasiado el fondo de las cosas. Soy analítico y me gusta investigar y conocer las razones y los motivos de lo que pasa. Sin embargo, en multitud de circunstancias querer ver más allá no nos deja apreciar y disfrutar lo que tenemos muy cerca, y precisamente la cercanía es la que permite la distinción de los matices más puros, de los detalles, el cómo son las cosas. Saber por qué son así es harina de otro costal y la sabiduría está en poder distinguir ambos facetas, no mezclarlas; el porqué y el cómo.

Salgo de mi abstracción al cruzarme con un paisano. Le pregunto si queda lejos Tineo a lo que me responde: “A poco más de 1,5 kilómetros. Me he cruzado con otros peregrinos antes ya que vengo de allí, de comprar en el supermercado porque en Zarracín, donde vivo, no hay servicios”. Si viviera en este precioso entorno rural yo también caminaría para llegar al pueblo cercano, es una de esas cosas que sólo aprecian los que lo pueden disfrutar.





Se abandona el bosque y la civilización gana terreno y después de bordear el campo de fútbol se llega a la ermita de San Roque. Desde aquí se accede a Tineo por su parte más elevada y se divisa el pueblo a media ladera, que nos recibe con su Monumento al Peregrino. Con un giro brusco a izquierdas Laura y yo llegamos al albergue pasadas las 13.00. Allí están algunas caras conocidas, entre ellas Álex y Lydia y también Antonio y María Jesús. Es evidente que iré coincidiendo con ellos a lo largo de todo mi periplo.



El Albergue Municipal Mater Christi de Tineo dispone de un único dormitorio con 32 plazas distribuidas en literas. Laura y yo elegimos las del fondo, justo en la pared ya que hay enchufes para poner a cargar teléfonos y cámaras y además un radiador que aunque no se encienda si puede valernos como improvisado tendedero. Hay tiempo antes de comer para ducharse, lavar y tender la ropa y también para cerciorarse de que el albergue tiene un aspecto descuidado y en algún caso destartalado; no le vendría mal un lavado de cara.


Al final la lluvia no ha hecho acto de presencia durante el recorrido y aunque el cielo sigue amenazante tampoco nos mojamos en el corto camino que separa el albergue del Hotel Don Miguel a dónde nos encaminamos para la comida. Álex y Lydia se han unido a nosotros, justo al abandonar el lugar en el que pernoctaremos, así que somos 4 comensales en la mesa. Un menú por 9 euros en el que mi elección consiste en ensaladilla rusa de primero (tengo necesidad de carbohidratos), lacón con chosco (embutido típico de la zona) y patatas cocidas de segundo y unas natillas caseras de postre. Raciones abundantes y buena comida, he quedado completamente satisfecho.


Tras un paseo que apenas nos lleva dos minutos a las 16.00 estamos de vuelta en el albergue y caigo rendido en un sueño profundo a pesar del bullicio existente y de que todas las luces están encendidas. Abro los ojos y miro el reloj; son las cinco de la tarde y aún en estado somnoliento escucho de fondo risas y bromas de quien parece ser el hospitalero. José Luis, que así se llama, está montando su show particular en la entrada del edificio dónde los peregrinos siguiendo un cierto orden se inscriben y pagan la cuota por el alojamiento, 3 euros.


Salgo del albergue junto a Laura, Lydia y Álex para conocer el centro de Tineo. La amenaza de lluvia parece más severa, pero no pasa de un ligero chispeo que apenas incordia. Lo más destacado de esta villa es el Ayuntamiento con dos plantas de anchura variable y la iglesia de San Pedro. En el primer edificio y en otras casas particulares aún se muestran pancartas en alusión al conflicto minero con el gobierno y la reducción de subvenciones al carbón. Dentro del pueblo la arquitectura rural se manifiesta a través de sus coloridas casas y de los hórreos, que permanecen impasibles al paso del tiempo.





La vuelta al albergue la hacemos tratando de buscar las conchas que nos marquen el camino del día siguiente y así lo hacemos hasta toparnos con una carnicería local en la que entro a curiosear precios y especialidades culinarias de la zona, Embutidos Artesanos San Roque. El local es atendido por la señora Covadonga con la que entablo una conversación amena sobre la vida en el campo y la emigración masiva de los jóvenes del entorno rural. Tineo se está quedando despoblado en lo que a habitantes jóvenes se refiere, algo que creo es norma común para otras regiones de Asturias y de España. Comento a la señora que tengo la impresión de que en un futuro no muy lejano es posible que la gente tenga que volver al campo, a pesar de que en su día emigraran y estén ya acostumbrados a la “comodidad” de la vida urbana.




Al ver que formamos un grupo de gente procedente de diversos sitios (Madrid, Barcelona, Málaga) la señora Covadonga tiene un detalle con nosotros; nos regala un envase de chorizos. Son artesanales, hechos por ella misma, con un proceso de ahumado con leña de roble. Se lo agradecemos de corazón; la gente humilde y hospitalaria de las comarcas interiores de Asturias merece mi más completo respeto y admiración.

De vuelta al albergue parece que hemos cubierto el cupo de plazas, todas las literas están ocupadas. John toma una cerveza en los bancos emplazados en el exterior y me invita a departir con él mientras damos fin de la bebida. Entorno a la mesa se reúne también el tutor francés y su alumno, que preparan una sopa en un camping gas, una pareja de ancianas austríacas y Laura que también se une al grupo. Supongo que esto es parte de la experiencia del Camino, coincidir aunque sea para charlas improvisadas, con gente muy dispar en cuanto a edades, inquietudes y formas de vida. John nos narra en inglés, incapaz de ocultar su acento americano, ciertos episodios de la educación de sus hijos en Mississippi y de los valores que trató de inculcarles mediante la misma.

Cae la noche y no paran de llegar peregrinos al camino, los últimos un chico (militar en Melilla) y la que parece su novia. Vienen desde Grado, hoy han recorrido 40 kilómetros y ocuparán colchones en el suelo del dormitorio del albergue. Mientras mucha gente ya está dentro de sus sacos intentando descansar nuestro pequeño grupo de 4 prepara una cena ligera sobre una mesa existente dentro de la misma estancia. Chorizo, algo de queso, pan y galletas de chocolate. Energía suficiente para recargar baterías y evitar que la pesada digestión de una cena pantagruélica dificulte nuestro descanso.


Antes de ocupar posición horizontal en nuestras literas, tanto Laura como yo, tratamos de servir de ayuda tanto a John como a las chicas israelitas, ya que ninguno de ellos habla español. Haciendo de intérpretes conseguimos a través del hospitalero la información que necesitan. Para el primero los horarios de autobuses a Grandas de Salime ya que quiere reunirse allí con un amigo y caminando se queda sin fechas para llegar a tiempo. Para las segundas la ubicación y horario de la Oficina de Correos de Tineo; sus mochilas pesan demasiado porque cargan con toda la ropa de sus vacaciones (estarán más de un mes fuera de Israel) y les aconsejamos que envíen por mensajería parte de su equipaje a Santiago dónde podrán recogerlo.

Volvemos a tener noticias de Sebas ya que nos pide información de albergues para organizar su próxima etapa. Parece que mis “papeles” son más útiles de lo que él pensaba dos jornadas atrás. A las 22.00 el hospitalero apaga las luces. Espero estar lo suficientemente cansado para poder conciliar el sueño en una habitación ocupada por decenas de peregrinos.



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