lunes, 5 de noviembre de 2012

Etapa 04. Tineo - Pola de Allande. Miércoles 19/09/2012



Aunque anoche concilié el sueño de manera rápida, la noche como era de esperar, ha sido más movida. A mayor número de personas en la sala, más probabilidades de ronquidos y ruidos. Para colmo a las 5 de la mañana la alarma del reloj de una de nuestras amigas israelitas se dispara. A las 6 comienza el movimiento de sacos y mochilas y el culmen llega cuando alguien enciende la luz; de manera insolidaria. Se oye la voz del tutor francés con su acento característico, enérgica a la par que molesta: “Por favor, apaguen la luz. Hay gente durmiendo. Ah, y ¡Buen Camino!”. No entiendo como la gente tiene tan poco respeto por el resto de compañeros peregrinos que no quieren madrugar tanto y aún descansan.

Con cuidado y como si se tratara de un campo de minas avanzo por la habitación sembrada de colchones hasta la entrada dónde más gente duerme incluso en un pequeño sofá. Recojo la ropa del tendedero que ayer se introdujo en el vestíbulo para evitar que las prendas se mojaran. Aún están húmedas así que toca separarlas dentro de la mochila de las secas y ya veré cómo solvento el asunto a lo largo de la jornada. En la calle un fino orbayo denota su presencia al trasluz de las farolas. Otra vez la misma duda, colocarme el chubasquero o la capa de agua; al final me arriesgo y no empleo ninguno de los dos; la niebla “meona” es muy fina, casi imperceptible.

A las 07.30 y bajo una oscuridad manifiesta nos ponemos en marcha Álex, Lydia, Laura y yo mismo. De momento no es necesario emplear frontales y puntos de luz porque las luminarias de las calles de Tineo alumbran nuestro paso. En marcha me como un donut de grandes dimensiones que la tarde anterior compré en una pastelería del pueblo y me bebo un zumo de brick. Adelantamos el camión de recogida de basura justo al tiempo que rellenamos nuestras cantimploras en una fuente pública atendiendo a las indicaciones que el día anterior nos brindó el hospitalero avisándonos de la escasez de puntos de agua en la primera parte de la etapa.

Laura sufre un patinazo y acaba con el culo en el suelo, es un aviso para que extrememos la precaución al caminar sobre las grandes baldosas prefabricadas que brillan con el agua como la superficie de un espejo, lo mejor será seguir los pasos de un autóctono que coge el reguero de adoquines más rugosos y por lo tanto más adherentes. Los animales nocturnos aún no se han retirado a dormitar y se quedan al descubierto de los primeros peregrinos como sucede con alguna salamandra que divisamos, todavía al amparo de la iluminación artificial propia de toda villa.


Bordeamos la montaña sobre la que se ubica Tineo para salir del pueblo en un camino con una fuerte rampa inicial que luego da paso a una subida suave a media ladera, se trata del reguero de Robleu que permite la transición progresiva desde el aspecto urbano del camino hasta un sendero boscoso de belleza inigualable. A medida que se gana altitud el Camino se vuelve más bello con raíces de árboles emergiendo del camino y con un manto de hojas secas que yace sobre la tierra que pisamos. Me pongo en cabeza del grupo y camino en solitario casi una hora permitiendo que el paisaje me corte la respiración, más aún de lo que lo hacen algunas de las duras rampas que encuentro a lo largo de la ascensión.




El bosque concluye y da lugar a una vegetación más baja que anuncia el final de la subida. Espero al resto y nos reagrupamos al salir a un pequeño tramo de carretera que en pocos metros nos vuelve a conducir a un camino que discurre por una zona a la intemperie y sin vegetación que nos proteja del fuerte viento. Nos encontramos a 900 metros de altitud y el frío se deja notar por lo que Álex y Laura se ponen el polar, momento en el que Antonio y María Jesús, con paso más ligero y rápido nos adelantan. Al cruzarnos grabo en mi agenda el número del móvil de Antonio para poder estar en contacto y requerirle información sobre el nivel de ocupación del albergue de Pola de Allande, que es dónde nos dirigimos.



Un tramo de suave bajada para llegar a la carretera AS-350 a la altura de la aldea de Piedratecha y después de unos centenares de metros el Camino retoma una senda boscosa, también de belleza inigualable, dónde hayas y robles toman protagonismo. Tengo un encuentro con un cérvido pero esquivo echa a correr a mi paso. Vuelve a aparecer unos metros más adelante, esta vez me paro y espero a que lleguen Álex y Lydia, que a mi señal reducen el paso y logran verlo también.


Por lo que había leído en mis notas la tarde anterior próximo a nosotros se debe encontrar el desvío que te saca del Camino para llegar al abandonado Monasterio de Santa María la Real (Obona). Veo los restos de un cartel roto sobre el tronco de un árbol y por si acaso seguimos la bifurcación no sea que nos pasemos el mencionado monasterio. Falsa alarma. Llegamos a la carretera y un hombre que pasa con su coche nos dice que el sitio queda más abajo. Hemos recorrido 800 metros extra, a sumar a la longitud de la etapa de hoy.

Un kilómetro después sí que topamos con el desvío al monasterio, perfectamente señalizado. Hay que salirse del recorrido del Camino para llegar a él pero merece la pena. Como el fantasma de un tiempo pasado el edificio recorta su silueta sobre el cielo que se empieza a despejar. En la puerta de la iglesia, que según los signos que muestra sigue albergando oficios religiosos para la gente del cercano pueblo de Santa María de Obona, un cartel cuenta la historia del monasterio y del inicio de la elaboración de la sidra. En su parte trasera el claustro aparece abandonado a su suerte, víctima de la vegetación y la inexorable acción de los elementos atmosféricos.




Ha merecido la pena la escaramuza porque uno se siente transportado varios siglos atrás en el tiempo al deambular por las ruinas, bastante bien conservadas, del monasterio y que se mimetizan perfectamente con el entorno. Deshacemos el camino hasta llegar a la bifurcación que tomamos anteriormente, otro kilómetro extra que sumar a la etapa del Primitivo que estamos recorriendo.


El tramo que ahora nos toca caminar apenas tiene pendiente y transcurre por el interior de un bosque de ejemplares altos y robustos que dejan filtrar la luz poderosa del sol que empieza a despuntar con fuerza entre la niebla que se comienza a disipar. La anchura del camino permite marchar a los 4 en paralelo por lo que la conversación hace que el tiempo se evapore rápidamente antes de llegar al núcleo poblado de Villaluz, momento en el que nos rebasan dos peregrinos. Un integrante del dúo es la chica inglesa que vimos por primera vez en Salas y el otro es un hombre de mediana edad, calvo y delgado, que parece marcar el paso de la pareja.

En fila de a uno y circulando por un mínimo arcén completamos un tramo de carretera serpenteante entre un rosario de aldeas que se hace largo y pesado y que tiene como único aliciente adelantar a Fran; el chico de Orense que carga la mochila sin atársela a su cintura y con el peso de ésta visiblemente desequilibrado. Preguntamos a un hombre que dentro de un cobertizo manipula balas de paja por la panadería más próxima y nos remite a la población cercana de Campiello.







Dada la longitud de la etapa pensamos que no llegaremos a Pola de Allande a tiempo para comer por lo que tomar un almuerzo potente se convierte en la opción preferente. En el Bar Tienda Casa Ricardo compro media empanada o bollo preñao con la intención de guardar algo para más adelante. Tengo hambre y en compañía de un tercio de cerveza doy cuenta del total de la porción, y es que definitivamente, caminar desgasta mucho. Parece que casi todos nos hemos puesto de acuerdo para hacer lo mismo porque en el Bar Tienda coincidimos muchos peregrinos con idéntica intención; almorzar fuerte.


 

Con renovadas fuerzas reiniciamos la marcha después de comprar algunos víveres. Y es que siempre conviene llevar en la mochila algo de comida por si aparece la temida “pájara”, en mi caso me proveo de un plátano y una gran tableta de chocolate puro. Otro tramo más de carretera es la antesala de un camino de tierra que llega a la aldea de Borres dónde existe un albergue de peregrinos a su entrada. Este sería el lugar ideal para poner fin a la jornada de hoy en caso de querer hacer en la jornada siguiente la Variante de los Hospitales, que recorre parajes de alta montaña por lugares inhóspitos y otrora frecuentado por los primeros peregrinos. Cruzada la carretera AS-219 a la altura de Borres y después de un tramo boscoso a media ladera llega la bifurcación mencionada. La decisión ya está tomada y la etapa se prolongará hasta Pola de Allande para, en la jornada siguiente, afrontar el Puerto del Palo, punto más duro de todo el Primitivo. La Variante de los Hospitales queda pendiente y ofrece motivo para volver por estos fantásticos parajes a recorrer sus sendas solitarias inmersos en un paisaje de alta montaña.










Aún nos queda un trecho largo para llegar así que llamo a Antonio para que nos informe del estado de ocupación del albergue municipal en Pola; de momento no hay problemas pero nos dice que aún nos quedan un par de subidas y bajadas fuertes antes de alcanzar el destino. Nos entretenemos charlando con paisanos que preparan alimento machacando la planta del maíz con las ruedas del tractor o bien limpian el establo dónde el ganado vacuno descansa plácidamente. 





El Primitivo trata de acortar terreno a la carretera que se desliza con pendientes más moderadas por zonas altas de ladera; como consecuencia de estos atajos el Camino serpentea salvando grandes desniveles entre las vaguadas de los arroyos hasta desembocar en la carretera que culmina en el Alto de Porciles (770 metros). Aquí paramos a sellar la credencial en un bar-tienda dónde Mirja, la chica finlandesa, descansa mientras toma un refresco. El terreno no abandona su característica principal a lo largo de toda la jornada y de nuevo baja para volver a subir hasta el Alto de Lavadoira con algunos tramos de extrema dureza en zona boscosa dónde se llega a transitar por escalinatas de madera artificial creadas con troncos para evitar resbalones y patinazos debido a la fortísima pendiente.









Una nueva bajada entre árboles castiga las rodillas pero la belleza de las altas montañas que nos rodean compensa el esfuerzo; es la tónica que se mantiene hasta llegar a la aldea de Ferroy, con tramos de gran pendiente en descenso sobre el pavimento y el hormigón de sus calles. Se accede a Pola de Allande a través de la carretera que atraviesa el pueblo y es fácil localizar el albergue a la entrada del mismo, en el lado derecho. Son casi las 17.00 cuando llegamos a un edificio que en su segunda planta aloja al Albergue Municipal de Pola de Allande. Mirja, que ha caminado un rato con nosotros al final de la etapa, se ve con fuerzas y decide proseguir marcha hasta el Albergue de la vecina localidad de Peñaseíta.

 

Después de la ducha y la colada Antonio me cura mi primera ampolla; tengo un dedo del pie derecho torcido y eso hace que me pise el meñique con el contiguo. Antonio, enfermero de profesión y con experiencia previa en el Camino, sabe cómo curar este tipo de dolencias y viaja con un kit médico muy completo. Con una aguja me perfora la ampolla dejando un trozo de hilo en su interior. Me aconseja que a la mañana siguiente mueva el hilo para romper la película que crea el cuerpo de forma natural para taponar el agujero: el objetivo es permitir que la ampolla siga supurando el líquido generado.

A las 6 de la tarde tenemos tiempo y ganas de hacer un poco de turismo por Pola de Allande. El pueblo se emplaza en el fondo del valle, en un lugar protegido por las altas montañas circundantes y nos permite imaginar la dureza de la subida al Puerto del Palo a la que tendremos que hacer frente al día siguiente. Visitamos el ayuntamiento y el centro de la localidad a la par que hacemos compras para el desayuno del día posterior en un supermercado. Entablo conversación con los empleados de una carnicería sobre el género que dispensan y la dureza de los inviernos en la zona, así como los rigores que imponen las fuertes nevadas en los meses más fríos del año.



Hacemos algo de tiempo tomando una botella de sidra natural en el Café Bar Vitoria. El local parece sacado de la serie “Cuéntame” por lo retro de su decoración y dispone de detalles tan llamativos como una máquina de café y una caja registradora que parecen tener bastantes más años que yo. Los dueños deben ser aficionados a la cerveza porque muestran una serie de botellas poco comunes en bares y supermercados españoles así que converso con ellos sobre el asunto pidiendo que me dejen ver las botellas de cerca.



Hoy tenemos previsto cenar de cuchara ya que la comida ha sido en frío y optamos por La Nueva Allandesa, que no abre sus puertas para servir cenas hasta las 8. Nos toca esperar un rato, sentados en un banco de madera con vistas al río, aparecen las dos israelitas y les proponemos que cenen con nosotros. Al final también se unen a la mesa Maribel (una señora de A Coruña que hace el camino en solitario y que no hace más que poner pegas a las condiciones de los albergues en Asturias en comparación con los de Galicia) y Fran, el chico de Orense que parece acusar la dureza del Primitivo.


El restaurante se sitúa en la planta baja del hotel de mayor calidad que hay en el pueblo y una vez acomodados el camarero trata de “vendernos” el menú con primeros platos típicos de la zona (fabada asturiana, pote gallego) por 15 euros. No es problema económico, es cuestión de que no queremos tener una digestión tan pesada por la noche por lo que nos decantamos por el menú sencillo de 10 euros. De primero sopa y ensaladilla para todos (a discreción), de segundo escalopines al cabrales y ternera en salsa (a discreción también) y de postre en mi caso elijo requesón con miel aunque cato el resto de postres y son todos caseros y de gran calidad (tarta de queso, tarta de chocolate y galletas).



Las israelitas Ira y Natasha se comunican en inglés con nosotros, pero entre ellas lo hacen en ruso ya que son de origen ucraniano y se mudaron a vivir en Israel durante su infancia. Al final no han enviado parte de sus cosas por correos hasta Santiago tal y como les habíamos aconsejado. Nos cuentan que no querían perder todo el día de hoy haciendo el trámite porque necesitan avanzar, y a buen ritmo, ya que el 29 por la noche han de estar en Finisterre dónde han reservado un apartamento para el fin de semana.

A la 21.30 estamos de vuelta en el albergue para cumplir con el trámite de rellenar el formulario de entrada y pagar al hospitalero los 3 euros que se estipula como cuota por pasar la noche allí. Vemos a José Luis, el chico que marcha con una ampolla desde el primer día. En la jornada anterior estuvo en el centro médico de Tineo y le aconsejaron comprarse otro par de zapatillas para poder seguir caminando. Poco después de las 22.00 se apagan las luces y los peregrinos se mete en sus camas en busca del merecido descanso.

Pienso en lo que he vivido a lo largo de la jornada. En el Camino los días son muy largos y hay tiempo para pasar por muchas situaciones y vicisitudes, todas ellas con su importancia. En el fondo es una metáfora de la vida ya que hay que tomar decisiones, algunas de las cuales influirán en un futuro inmediato y otras veces en un período de tiempo más duradero. Decidir es complejo cuando se tiene que hacer rápido y la premura aprieta pero también tiene sus ventajas; no hay presión al no meditar en exceso las consecuencias de las acciones que llevamos a cabo. Y más importante, no se sufre el estrés que origina el proceso de toma de una decisión cuando hay algo importante en juego. El dinamismo te obliga a pensar con rapidez y la velocidad del acontecer de las cosas, tal y como aquí suceden, no da tregua para meditar en lo que "pudo ser y no fue".



2 comentarios:

  1. Israelitas no, israelíes.
    Israelitas eran los de la Biblia, israelíes son los ocupantes de Palestina.
    ¡Buen relato!

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    1. Pues rectifico el error, donde dice israelitas debería decir israelíes
      Gracias y Buen Camino

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